Texte Christian Gaussen à propos de l'exposition,Laps Clair au Carrée St Anne à Montpellier.

La mentira es ciertamente la primera manifestación del desarrollo de la independencia de espíritu en el niño. Ella revela esencialmente la potencia de lo imaginario único elemento capaz de desbordar los limites de la adquirido.

La mentira es ofrecida a los niños como una posibilidad de decir no a los demás, sin tener (esperan ellos) que asumir un conflicto frontal. Paradójicamente es también la afirmación de una invención, de una construcción mental nueva que traspapela el círculo familiar de sus costumbres y esperas.

La invención, la encontramos en los primeros golpes de lápiz del dibujo infantil, son los borradores de un espíritu en curso de construcción, su significación profunda es ya adquirida mas conocida solamente del niño mismo, dentro de los limites temporales relativos y movedizos de su propio mental. Un mismo garabato puede representar en algunas horas de intervalo otro objeto, un nuevo ser, una situación diferente.

Este juego es desestabilizador para buen número de adultos que buscan por naturaleza propia elementos de fijeza para poder constituirse frente a lo real. Fenómeno que se traduce asta incluso el dominio artístico donde lo que es designado como abstracción se vuelve una forma, un repertorio, un género.

De hecho una nueva forma de mentira se infiltra sin nuestro permiso en nuestra traslación con la realidad.

La abstracción no es una escuela, es un movimiento, cambiante, sin cesar renovando sus modalidades de emergencia de lo real.

La representación es como”imago”, la imagen de lo que la “cosa mentale” permite en tanto que huida de lo intimo, de singularidad.

Las imágenes que construyen el dibujo, el gravado y progresivamente la pintura están sometidas a ese conflicto de las verdades: la abstracción como materialidad del espíritu, la figuración como representación de lo real ordenado y coherente.

Es a partir de esas nociones de invención y de conflicto abierto por la imagen dentro de la situación contemporánea que José Sales Albella actualiza una producción pictórica sorprendente.

Sorprendente, este término tan raro en una época donde no nos sorprendemos de nada, es por tanto el motor principal de los s también de los niñillos para ganar el mundo que les envuelve.

¿La primera sorpresa vendrá quizás una tarde calurosa cerca de Valencia en Espanta? Todo el mundo busca la frescor más es la languidez de una siesta la que permite de soportar mejor el calor.

José Sales Albella es niño, él ve en la penumbra de su habitación, esas maravillosas imágenes con sus colores grises azulados y sus contornos naranja pasearse desde el exterior sobre el techo de su habitación. El no conoce aún la cámara oscura, mas su imaginación vagabundea como su ojo; él no tiene más sueño, de fenómenos extraños erizan la superficie de los vasos de la mesita de noche al lado de su cama.

La fascinación de los espectros luminosos, ese arco iris en miniatura que se desplaza progresivamente sobre esas imágenes que alguien a puesto debajo del vidrio, todo esto le cautiva, le intriga.

Esas imágenes un poco sombrías a veces un poco  pasadas, son las reproducciones de los cuadros los más famosos de Velázquez.

Para mirarlos, ara falta que José desplace, un baso con flores, un búcaro y otras tantas cosas y objetos para poder mirar esa pequeña niña rubia que tiene su edad. El comprende perfectamente que esas fotos no son perfectamente como de costumbre y que para acceder a esa lectura de una época diferente, la fotografía tiene que pasar por el vínculo de la pintura.

Las fotos de esas pinturas acostadas son casi todas de la misma talla, él las busca en las diferentes habitaciones de la casa o en su entrada.

Composiciones familiares, la idea de un museo…

La admiración de los maestros, Zurbarán, Velázquez, el Greco, Goya se hace por el contacto de esas fotografías, los académicos apreciaran!

No hay ninguna vía real para volverse pintor, aun menos artista, sobre todo para hacerse un nombre.

José Sales Albella, prosigue una vía estrecha que le llevara adolescente al Prado, más  el debe quitar España  después de un aprendizaje que le confiere una experiencia poco común en materia de restauración, mismo si no se trata de pintura si no de herrería de arte.

El dibujo, el trazado, son sus utensilios principales, la forja, el martillo, el buril.

¿Un paso en infierno? En casa Vulcano donde el cruza todos los hombres, todos los géneros de hombre; si el escapa de esto, la aventura merece de ser vivida.

Su llegada a Montpellier le propulsa en fin hay donde están sus sueños, en los Bellos Artes, más no es en tanto que alumno que el integra en 1992 el polo fotográfico de la escuela mas como agente técnico.

Lo que hubiera sido defectivo para algunos es para él una lección de ambición en tamaño real gracias a los artistas que el cruza o con los cual colabora.

De los cursos de Charles Camberoque a los estudiantes, él capta lo mejor, la noche llegada pone todo esto en practica. Su amor por la literatura y su gusto por el libro lo empujan a escribir, el edita dos obras en francés, concibiendo maquetas e ilustraciones. Su actividad no tiene sosiego él pinta.

Sus pinturas salen de un sistema de producción que es determinado por la economía misma de la cual él dispone: deber pintar por la noche dentro de un apartamento en medio de su familia.

Esta dificultad será productiva de un sistema que le permite, más allá de tener confianza en él mismo, de concebir un universo pictórico que implica los métodos de lo fotográfico, el montaje, las repeticiones, los descentramientos. Él mezcla su arte de la mirada a las experiencias táctiles salidas del dibujo, papeles arrugados, plegados, recortados.

Él elige las gamas coloradas de la química de laboratorio, Sanguinas i blancos oxidados, más también irisaciones verdes, virajes naranjas, etc.

Su facultad es grande a resolver las proximidades formales difíciles usando del flojo, de la composición plano por plano. Él hace reinar sobre su pensamiento creador una articulación propia al cine, los planos están progresivamente invitados a ocupar el espacio de instalación como un tiempo. José declina, no des módulos pintados, más en cierto modo los píxeles de una narración encadenada.

Pintando pequeños formatos, el crea un universo donde se mezcla el placer de un aprendizaje clásico, vía un repertorio que él conoce bien (las meninas de Velázquez), y el recuerdo de esas horas  durante las cuales él observaba las deformaciones que se producían en el ángulo de su mirada de niñillo rasando la superficie de las imágenes. Imágenes robadas sobre la punta de los pies.

José concibe muy rápidamente un dispositivo de pintura que no considera los objetos producidos como independientes los unos de los otros.

Ellos pertenecen todos a una misma trama trans-histórica, la de una mitología personal liada a la historia cercana y familiar del alma española.

En medio de esta obra en nacimiento se juega un drama, el de la humanidad frente a la ficción, sea cual sea la de la representación o de la de la de la temporalidad de echo. Temporalidad de la pintura por su costoso proceso de elaboración, temporalidad de la lectura que se destruye en algunos segundos. Es también la de la instantánea, de la imagen fotográfica la cual intenta de reconstruir la realidad allí donde la pintura desde hace mucho tiempo a decidido de componer con la perdida.

Niñillo, José estaba certeramente enamorado de la imagen de la Infanta, pequeña niña rubia, que vivía con él bajo el mismo techo y que venia de otra época. Dulce mentira de esta confrontación y de querer mantener viviente la imagen de lo que se sabe a jamás perdido.

 

Christian Gaussen.